24.2.16

E13: Remembranza

A las afueras de Hidraltar. Estaba todo listo, Astrid tenía su equipaje en su mochila, consistía en una caja grande y larga de madera, algunos alimentos empacados y otra caja de madera más pequeña en mano, del tamaño de una caja de zapatos con agarradera, contenía diversos menjunjes y elixires de colores que su abuela había preparado. Mi equipaje consistía simplemente en dos cambios de ropa que, según Astrid, pertenecían a su padre, uno de ellos, el que llevaba puesto en ese momento, era una túnica azul marino de mangas largas, debajo tenía una camisa negra y un pantalón del mismo color con un cinturón de cuero que incluía algunos bolsillos de piel para guardar cosas, además portaba unos guantes de piel negros y aquel bolso con mis cosas que la señora Hamma me había entregado, no me había dado tiempo de revisar que contenía, pero era bastante pesado.
Seguimos a Sanders a la salida, afuera se encontraba su escolta, un par de soldados de armadura plateada, uno de ellos portaba un cinturón color azul y un sable corto enfundado, su cabello era castaño y largo parecía bastante joven. El otro portaba un cinturón rojo en su armadura y no parecía portar armas a excepción de un guante de metal con garras largas y afiladas que formaba parte de su armadura, era pelirrojo y parecía de la edad de su compañero.
  • Suban a la carroza.
Ordenó con voz imponente el comandante. Era una carroza de madera tirada por un caballo café. De inmediato el caballero pelirrojo lo montó de un salto, a su vez su compañero nos abrió la puerta para que subiéramos. Sanders por su parte montó a su caballo negro que valga decir, lucía bastante imponente con aquella armadura plateada.
  • ¡Tengan mucho cuidado muchachos! Y no se dejen intimidar por ese gorila y su par de monos.
Gritó la viejecilla mientras se despedía de nosotros agitando la mano.
  • ¡Adiós abuela! ¡Saludaré a papá de tu parteee!
Respondió Astrid mientras se despedí desde la ventana de la carroza. Se veía bastante feliz, como si hubiese añorado un viaje así desde hace mucho, el brillo de sus ojos la delataba.
  • HAIAA!
Exclamó el caballero pelirrojo dando un tirón a las correas del caballo, nos pusimos en marcha. Por la ventana podía ver como Sanders nos seguía de cerca sobre su montura, no me quitaba la mirada de encima, como si esperase que en cualquier momento fuese a escapar o a intentar algo peligroso. Astrid se encontraba sentada a mi lado y en el asiento frente a nosotros el caballero de cinturón azul.
  • ¿Cuánto nos tomará el viaje?
Le cuestioné con algo de cautela.
  • ¿Oh?.. mmm bueno…
Hizo un gesto de sorpresa, no se esperaba que un prisionero le fuese a preguntar algo, además seguramente era una pregunta obvia, pero en realidad yo no podía recordar siquiera los nombres de las naciones o pueblos, mucho menos distancias y tiempos de viaje entre estos.
  • Yo… n-no tengo autorización para hablar con usted…
Tartamudeó un poco en su respuesta.
  • Aproximadamente un día…
Me respondió Astrid con una sonrisa.
  • Bueno, eso depende si no nos encontramos con algún inconveniente.
  • ¿Inconveniente?
  • Si, verás, últimamente los alrededores de esta nación han estado plagados de bandidos, nadie sabe por qué pero se cree que se reúnen en Foréstia, desafortunadamente ese es un lugar peligroso, si no entras en sus bosques con un buen mapa y un extraordinario sentido de la ubicación puedes acabar perdiéndote.
  • Foréstia eh… me pregunto…
Al instante recordé aquellas visiones, ¿podría tratarse de los mismos bosques?
  • De no ser por ese gran escondite que tienen mi padre ya se hubiese encargado de ellos fácilmente.
  • ¿Tu padre?
  • Así es, él es comandante de la guardia Real de Hidraltar, división especial, se encarga de limpiar los alrededores de la nación de bandidos y ladrones.
  • Creí que odiabas a los caballeros de Hidraltar.
  • Solo a los de la guardia Nacional, como estos tipos.
Señaló con el pulgar hacia la ventana al comandante Sanders, el cual no me quitaba la mirada de encima.
  • Estos tipos se hacen llamar caballeros y van por allí abusando de los demás. En especial Sanders.
-       Así que ya lo conocías.
  • Por desgracia, ellos tuvieron una riña hace tiempo. Sanders quería el puesto de mi padre, pero no lo obtuvo. Mi padre fue ascendido a la guardia Real y Sanders fue asignado a la guardia nacional. Desde entonces la guardia nacional no es más que un montón de matones a los que no les importa nada más que sus estúpidos rangos.
-       Ya veo, ¿crees que nos encontremos con tu padre en la capital?
  • Eso espero, seguro que si lo encontramos él te puede echar una mano con todo este malentendido.
Me quedé pensativo unos momentos.
  • Tranquilo, estoy segura que todo saldrá bien.
  • ¿Cómo lo sabes? Es decir… ¿Cómo es que confías tanto en mí? Ni siquiera sabes quién soy.
Hice una pausa.
  • Ni siquiera yo sé quién soy.
  • No puedo explicarlo, solo lo sé.

No hay comentarios:

Publicar un comentario